En esta entrevista, nuestro invitado Sergio Fernandez, comparte su visión sobre la evolución de la industria del packaging, los retos enfrentados por los materiales tradicionales y la búsqueda de soluciones más sostenibles. Desde su incursión en el plástico convencional hasta su enfoque en bioplásticos, descubriremos cómo se están creando nuevas alternativas que buscan integrar las ventajas del papel y el plástico, sin sus respectivos inconvenientes ambientales. ¿Podrían los bioplásticos ser la clave para un futuro más verde en el mundo del packaging?

Partiste hace 30 años trabajando en la industria del packaging, en el mundo del papel. ¿Cómo era la situación de la industria en ese entonces?

Hace 30 años el papel era el rey de la industria del packaging. Con la perspectiva de hoy puedo decir que el papel es un producto muy noble, tiene una relación con la naturaleza que es evidente, uno dice “esto viene de la naturaleza y por lo tanto va a volver”.

Pero tiene diferentes problemas. Uno, para fabricarlo se necesita intervenir bastante la naturaleza. Necesitas incorporar árboles nuevos, por lo menos un 20% o un 30% por razones técnicas. Segundo, se necesita bastante agua y químicos para poder hacer que las fibras se aglomeren y permanezcan unidas.

Y también tiene limitaciones. El papel tiene problemas de resistencia respecto a otros materiales. No se puede ocupar para todos los usos.

La sociedad, tal como la conocemos, no sería posible a través de embalaje solamente de papel y en ese entonces, ya nos estábamos dando cuenta.

Entonces, ¿qué es lo que normalmente se hace con el papel? Se incorporan químicos para generar barreras a través de lacas, barnices, que al final presentan los mismos problemas que los plásticos: generan un impacto negativo en el medioambiente.

Hay mucha investigación y desarrollo para hacer que esos químicos sean más amigables, pero aún no se logra del todo y hay que sí o sí incorporarlos dentro de la receta para que el papel tenga mejor funcionalidad.

A mediados de los 2000 te fuiste a la industria del plástico convencional.  ¿Cómo había evolucionado la industria del packaging a esa altura?

Cuando partí, el papel era la industria principal y el plástico venía en ascenso. Fue a principios de los 2000 cuando se produjo el apogeo del plástico y el papel comenzó a bajar.

El plástico tiene todo eso que a uno le gustaría tener en el papel: mejores barreras, menor peso, muchísima más versatilidad y posibilidades de uso. O sea, incrementa sustancialmente las posibilidades de transporte y de llegar, por ejemplo, con alimento hasta los lugares más recónditos con los climas más extremos. La vida moderna sin plástico sería absolutamente impensable.

Chile fue un país con un papel muy destacado porque fue uno de los primeros en la región en abrirse a esas tecnologías, incorporarlas y generar una industria exportadora muy potente. Me tocó vivir toda esa ebullición. Hasta que nos dimos cuenta que el plástico, a pesar de todas sus bondades, tenía un problema: era eterno y se acumulaba.

¿Pero eso no se sabía desde un principio?

Si, claro. Pero hubo un cambio de conciencia. Antes era tanto el nivel de escasez, que solamente el tener esas posibilidades y esas materialidades superaba con creces los escenarios negativos que podían producirse. Pero obviamente, en la medida que hubo mayor abundancia de esos elementos, en que aumentó la población, avanzó la ciencia y la tecnología y se superaron varios problemas, nos empezamos a dar cuenta que esto tenía efectos negativos y los podíamos ver en forma palpable, en el día a día.

¿Cuál es el punto de inflexión en el que la industria comienza a tomar conciencia del impacto medioambiental que produce el plástico?

Cerca del 2010 se comenzó a tomar conciencia a nivel industrial el tema de la sustentabilidad y el problema que generaba la acumulación de plástico. Entonces el papel comenzó a retomar algo de fuerza. Pero de todas formas quedaba un vacío.

Tú estás planteando que había dos mundos: el del papel, con la capacidad de reintegrarse a la naturaleza, y el del plástico, que ofrece una funcionalidad superior pero carece de las ventajas ecológicas del papel. ¿Crees que el bioplástico podría ser el puente perfecto entre estos dos mundos?

Cuando empezamos a recibir información de los desarrollos de bioplástico, siempre se enmarcaban dentro del contexto de la búsqueda de nuevas materialidades, de incorporar derivados de la caña de azúcar, almidón, derivados de la celulosa dentro de las fórmulas. Siempre desde la materialidad y la tecnología, no desde el punto de vista de cumplir un objetivo ecológico. Obviamente que la gente que está en investigación y desarrollo sobre el bioplástico tiene alguna idea de para qué lo está haciendo, pero están muy concentrados en industrias particulares. Entonces no es que el bioplástico uniera estos dos mundos, sino que abrió un mundo con nuevas posibilidades, como la posibilidad de generar packaging biodegradable.

No fue el bioplástico en sí mismo, sino el objetivo con el que se ocupa lo que ayuda a resolver el dilema del plástico o el papel. ¿De qué forma Bioelements aportó en darle un propósito al bioplástico? 

Bioelements aportó con integrar tecnologías existentes para lograr un producto de ensueño: uno que logra conservar las ventajas sustentables del papel, sin las limitaciones propias del papel, y conservar las ventajas del plástico, sin las externalidades negativas del plástico.

Integró todas estas materialidades que ya existían, las mezcló y produjo algo nuevo, algo que funcionaba. Hizo el match.

Toma los desafíos de los clientes y los desafíos del mercado que intentaban resolver las industrias del plástico convencional y del papel, como envasar la salsa de tomate, un artículo médico, una carne y preservarla y protegerla, pero al mismo tiempo que ese packaging, después de esa función se comporte como un papel y se reintegre a la naturaleza biodegradándose. Bioelements le da un propósito al tema de la innovación con bioplásticos.

¿Crees que el futuro de la industria del packaging es migrar a este tipo de soluciones?

La industria del packaging es gigante. Hay muchísima innovación y no hay una respuesta única a ninguna de sus problemáticas. Cada vez vamos a ver más respuestas que van a ir apareciendo con la ciencia y con la tecnología y se van a ir corriendo los límites para alcanzar un ideal. Y ese ideal seguirá el camino de la sustentabilidad, eso es un camino sin retorno.

Hay productos que son para uso permanente que probablemente se van a seguir haciendo de plástico convencional. Hay otros productos que no requieren tanta barrera ni tanta resistencia y que probablemente se van a seguir haciendo de papel.

Pero hay un mercado gigantesco de alimentos y otros productos que sí necesitan barreras y que gracias a la ciencia y la tecnología podemos lograr un packaging que se reincorpore a la naturaleza.

Estamos llenando ese océano que existía de separación entre los dos mundos del packaging. Y lo estamos llenando con una tremenda ventaja, utilizando tecnologías de fabricación que ya estaban disponibles y con las cuales se hacía el plástico. Por tanto, no ha sido necesario inventar una infraestructura nueva. Con las capacidades de las personas que ya se han formado, se ha podido ir haciendo una transición que al final tiene muchos beneficios para todos.